miércoles, 29 de octubre de 2008

Viaje a Grecia 2008 - Crónica

Domingo 3 de agosto de 2008.
A las cinco de la mañana suena el despertador. Ha llegado el ansiado día, aunque sabemos que será largo y agotador.
Pegamos un salto de la cama al segundo timbre, no sea que nos quedemos fritos y perdamos el avión. A las 6 y diez ya estamos cogiendo el metro, diez minutos más tarde de lo previsto, pero bien de tiempo.
Como siempre me pasa en la Terminal 4 de Barajas, me agobio un poco con el caos en las colas y mostradores de facturación. Hay más gente que en la guerra. La confusión termina pronto, mi novio guardando cola y yo preguntando. En cuestión de 10 minutos ya estamos ubicados y listos para facturar.
Nos sobra tiempo para comprar una revista, ir al baño y buscar sin éxito alguna cosilla que se me ha olvidado meter en la maleta.
El vuelo se retrasa un poco en el embarque, pero más todavía en despegar. Ya en el avión, nos cuentan no se qué rollo de tráfico aéreo y que nos toca seguir esperando. Casi una hora más tarde de lo previsto salimos de Madrid.
Quien me conoce sabe que soy una flipada de los viajes, tanto que hasta disfruto haciendo las maletas y de la comida de los aviones!!! Pues este viaje no iba a ser menos, así que cuando pasaron el carrito de la comida a las 11 de la mañana y nos plantaron unos macarrones con tomate, casi salto de la emoción, jajaja. Con el madrugón, este desayuno nos supo a gloria, así que luego nos echamos una siestecita como Dios manda.
A las 14h. de Grecia (allí es una hora más tarde), aterrizamos en el aeropuerto Eleftherios Venizelos.
Desde allí nos teníamos que ir al puerto para recoger los tickets del ferry nocturno que cogíamos esa noche hacia Santorini. Dudamos entre coger el metro o el autobús. Yo prefería el autobús porque ya estoy tifa de tanto metro de Madrid, pero me daba reparo por la fama que tiene el tráfico en Atenas.
Nada más salir nos encontramos con el autobús, así que no lo dudamos y nos subimos, sin saber dónde se compraban los billetes ni la hora de salida. Le pregunté a unos españoles dónde habían comprado el billete y me salí corriendo a cogerlos a la taquilla que había fuera. Nos costó cada billete 3,20 euros y nos llevaba directo a El Pireo.
Antes, cuando cogimos las maletas en las cintas del aeropuerto, había una caseta de información turística con una pava que era una borde. No me dio opción a muchas preguntas, así que cogí planito del recorrido que hacía el autobús por si acaso.
No sabíamos si era la última parada o si teníamos que bajarnos antes. Habíamos leído que el puerto era enorme y nosotros íbamos cargados como mulas. Como para equivocarse!
Tardamos unos 45 minutos en llegar a las proximidades del puerto, íbamos contando las paradas, pero aquello era un poco lío. Decidimos bajarnos cuando se bajaran la mayoría, así que allá que nos plantamos en el principio de Akti Poseidonos, que era la calle donde se supone que estaba la oficina de Anek Lines (la compañía de ferries)














Total, que me fui a buscar a mi novio y como estaba tan harto como yo, le pareció bien que metiéramos las maletas en aquel sitio donde pregunté primero. El sitio resultó un tugurio con un cuartucho al fondo donde todo quisqui dejaba el equipaje y se lo llevaba sin más control. Eso sí, primero cobraron y luego enseñaron el agujero. Nos dieron dos tarjetas de visita como toda garantía de nuestro equipaje y nos quedamos con una cara de gilipollas que todavía me estoy riendo.
Menos mal que llevabamos tres candados y pudimos hacer un apaño atando las mochilas a la maleta grande. El que quisiera llevarse eso lo iba a tener complicado, jajaja.
Aunque nos habíamos tomado un desayuno de campeones, el hambre ya empezaba a darnos el toque, así que la mitigamos con una lata de medio litro de cerveza Aguila a 80 céntimos que nos supo a gloria.
Nos fuimos corriendo a las oficinas de Anek Lines, justo en la otra punta del puerto, recogimos los billetes y nos fuimos a la oficina de Blue Star a recoger los de vuelta desde Mykonos, por si teníamos algún problema para ir al puerto de allí.
Por fin nos fuimos a Atenas en metro. Antes de subir compramos los tickets en ventanilla para evitar confusiones tontas: 80 céntimos cada billete hasta Monastiraki.
En la estación de metro de Piraeus hay servicios y CONSIGNAS con unas taquillas enormes a 3 euros por las 24 horas. Cágate lorito.
Por fin llegamos a Atenas. Casi lloro de la emoción. No es una ciudad que te impresione por su belleza al principio ni por nada en especial, pero tiene algo que la hace única.
Paseamos por Plaka, por los Jardines Nacionales y subimos por Anafiotika. Queríamos haber entrado a la Acrópolis o haber subido a la colina de Filopapo, pero no nos daba tiempo a nos ser que nos diéramos mucha prisa. Optamos por pasear tranquilamente y volver al puerto tranquilamente a pesar de perdernos el atardecer en Atenas. Otra vez será, una excusa para volver.
Mapa en mano, buscamos la taberna Dioskorum, que había sido recomendada en el foro de Telva, mi gran fuente para preparar este viaje. Cuando llegamos me sorprendí al reconocer el primer sitio donde me tomé una Mithos en mi primer viaje a Grecia hacía 2 años. Esta vez también me tomaba la primera ahí. La terraza estaba llena de gente joven, supongo que griegos, tomando frappé. Nos clavaron por cada Mithos 4 euros con 50.


















Sobre las 8 de la tarde ya estábamos de vuelta al puerto. Todavía nos quedaba recoger las maletas y recorrer todo el puerto hasta llegar al ferry. Como íbamos sin prisa y sin calor, nos resultó menos pesado de lo que pensábamos. Desde la puerta E8 en platia Karaiskaki hasta el barco Prevelis de Anek Lines en la puerta E4 tardamos unos 15 minutos. El trayecto lo hicimos por dentro del puerto para evitar coches y gente.
El barco es enorme y no sé por qué, a mí me dio un subidón que no veas cuando lo ví. Será porque me recordó a vacaciones en el mar!
Cuando subimos nos pasaron a recepción, le dieron las llaves a un botones y nos llevaron al camarote. Yo flipé en colores, pero no es para tanto, el camarote era bastante cutrecillo, aunque para hacer el apaño estaba muy bien. Tenía el baño con toallas y jaboncitos.
























El ferry salía a las 22:15h. desde El Pireo y llegaba a Santorini a las 8:15h. Nos costó 55 euros a cada uno.
Antes de que zarpara nos dimos una vuelta por el barco. Aquello estaba de lo más animado. La gente que no había pagado camarote o asiento pullman (como los de los aviones) se estaba acoplando por los pasillos con los sacos de dormir. Yo pensé que no merecía la pena ahorrarse 20 euros y pasar esa noche de perros durmiendo en el suelo.
Las cafeterías estaban atestadas de gente, no quedaba ni un solo sitio libre. Subimos a cubierta y nos acoplamos en una de las mesas, supongo que la habrían abierto hacía poco porque todavía quedaban bastantes sitios libres. El hambre apretaba, así que nos pedimos un par de cervecitas “Hellas” y nuestro primer Gyro.
















Un poco raro porque ponían el pan por un lago y la carne con otro, pero estaba riquísimo. En cuestión de 20 minutos la cola de los gyros y la cubierta estaban atestadas de gente. Nos miramos complacidos sabiendo que por fin nos estaban saliendo bien las cosas. Tras un par de cervezas a mí me entraron los siete males de la raspa y me dio por hacer el tonto, así que tengo un reportaje haciendo mohínes que no cuelgo para no espantar a nadie.
El barco zarpó, yo no me tomé la Biodramina porque había bebido cerveza pero no noté mareo. Nos dimos una duchita y a las 12 o antes nos fuimos a dormir a la litera. Por si alguien tiene curiosidad, dormir en un barco está bien, pero para poco delicados, porque el ruido es bastante molesto y el movimiento del barco te puede dar un mal rato.
Yo tengo el sueño muy ligero, pero estaba tan encantada con el viaje, con tantas ganas de llegar a Santorini, que a pesar de haberme despertado un montón de veces y del movimiento del barco, ni me mareé ni pasé mala noche.
El barco iba haciendo paradas en Paros, Naxos e Ios. Sobre las 9 de la mañana llegamos a Santorini, casi una hora de retraso. Antes nos dio tiempo a desayunar en el barco.















Cuando salimos del barco nos encontramos con la muchedumbre que intentaba captar inquilinos y con los conductores de los coches y furgonetas de los hoteles.


















Encontramos al nuestro rápido, qué ilusión me hizo ver mi nombre en el cartelito!
El señor nos dijo que teníamos que esperar a otra pareja. A los 3 minutos como mucho, nos dijo “Go” así que nos montamos en el minibús los dos solos y pensé que qué poca paciencia tenían los Santorinos (o como se diga), el conductor había dejado tirados a los otros.
El minibús nos dejó en Firostefani, el barrio alto de Fira, en un edificio que a mí se me antojó feo y mal ubicado. La señora de los apartamentos nos tomó nota y nos dijo “Volved a las 12”. Si más.
Yo me mosqueé un poco, porque pensaba que nos la habían colado. Que habíamos reservado en un sitio y al final nos habían colocado en otro edificio sin vistas. Estaba totalmente desubicada. De hecho una pareja de italianos nos preguntaron por dónde estaba el centro, y los mandé en dirección contraria.
Eran las 10 y media de la mañana del lunes 4 de agosto. Como llevábamos las mochilas pequeñas preparadas para irnos a la playa, nos bajamos por la carretera buscando la estación de autobuses. Todo era tal y como lo recordaba.
Compramos un par de esterillas de camino a 2,50 euros y una botella de litro y medio de agua a 60 céntimos. De camino a la estación de autobuses seguía rallada pensando en los apartamentos y que no he pagado 96 euros para estar en un zulo. De repente nos encontramos con un edificio al borde del acantilado con el nombre de nuestros apartamentos “Kafieris Apartments”. Pensé “Ya está, serán varios edificios de la misma dueña, seguro que luego nos llevan al nuestro, al de las vistas a la caldera”
Llegamos a la estación de autobuses, hicimos fotos a los horarios para tenerlos siempre a mano y cogimos el primero que iba a alguna de las playas. Cogimos el que iba a Perissa, aunque nos bajamos en Perivolos. Nos costó 2 euros.


La playa no es gran cosa, es de arena negra y es bastante familiar, pero al menos el agua está limpia y no está atestada de gente. Estuvimos un par de horas.
Cuando llegamos a los apartamentos, la señora nos llevó a nuestra habitación. Yo le pregunté si éste era nuestro alojamiento, que no lo reconocía según las fotos que había visto en la web. La señora me miró extrañada. Me dio un folleto y me dijo que sí, que la terraza que viene en la web es la que está en la tercera planta. Pero nuestra habitación estaba en la planta baja. Tela. Para eso había renunciado a otros sitios, para comerme la habitación del bajo. Menos mal que la habitación era grande y tenía una pequeña terraza.
























Me chiné mogollón, aunque no le monté el pollo, más que nada porque yo no había solicitado explícitamente una habitación con vistas a la caldera y no sabía si eran más caras o si el problema era haber reservado por Booking en lugar de hacerlo directamente. Esto se confirmaría más tarde, a lo largo del viaje.
Nos duchamos y nos echamos otra vez a la calle. Había hambre, eran casi las cuatro de la tarde, así que no nos volvimos locos buscando un sitio para comer. Bajando hacia Fira por la carretera nos encontramos con la taberna Simos. Entramos, nos dijeron que podíamos comer y tomamos asiento.
Nos pedimos las dos Mythos de rigor, una moussaka, calamares plancha, ensalada griega, queso feta asado y un café frappé. Todo por 34 euros. Para ser agosto y para estar en Santorini, yo no lo ví caro. Estamos de vacaciones y estamos pidiendo a la carta, creo que Grecia es un paraíso del buen comer.
Casi a punto de reventar nos echamos una charlita con el camarero, que nada más entrar y decirles yasas, nos pregunta si somos españoles. El colega habla perfectamente español porque resulta que se ligó a una española, le hizo una niña y ahora va cada vez que puede a Barcelona a ver a su hija. Muy majo el chaval. Recomiendo el sitio, el mejor frappé y los mejores calamares de todo el viaje.
















Nos vamos a pasear por Fira, ya es hora, estoy deseando perderme por sus callejuelas. Nos topamos con la agencia de viajes donde compramos hace dos años los tickets para la excursión del volcán y entramos a comprar los nuestros para el día siguiente a las 11h. Nos cuesta 18 euracos a cada uno.
Nos damos otra vuelta, hacemos unas fotillos y nos cogemos el autobús de las 18:15h. hacia Oia. Cuesta 1,40 euros cada ticket. Al llegar a Oia se ve la multitud de gente en tropel yendo hacia la parte donde se ve el atardecer. Nosotros nos damos una vueltecilla por las callejuelas que bajan sin detenernos a ver la puesta de sol. Todavía falta una hora y nos da tiempo a ver el pueblo en condiciones. La primera vez hice el canelo porque me quedé una hora esperando que se escondiera el sol. Para mi gusto, con tanta gente es una chorrada, todo resulta muy artificial y el pueblo es precioso como para perdérselo.




















































Yo hubiera seguido sin fin, pero mi novio ya estaba harto de dar vueltas, así que nos sentamos a ver los últimos rayos de luz, con tan mala suerte que al lado se nos pusieron dos parejas, creo que de Turquía, que no paraban de dar el coñazo y la bonita puesta de sol quedó bastante deslucida. De hecho, apenas tengo fotos de ese momento; aunque no me importó, sabía que tenía más días en la isla y una terraza desde donde disfrutar del momento tranquilamente.































Nos volvimos a Fira en el autobús de las 21h. en medio del caos. Por mí hubiera esperado una hora más antes de irme, porque aquello era una batalla campal, pero finalmente nos metimos en el mogollón y llegamos sanos y salvos a Fira.
Nos dimos unas vueltas por el centro y por la caldera antes de subirnos a los apartamentos a cenar algo de embutido que traíamos de España aderezado con cervecita y algún que otro piscolabis. Nos acostamos pronto porque estábamos reventados y a la mañana siguiente había que bajar las escaleras hacia el puerto antiguo y queríamos levantarnos pronto.
Antes de irnos a dormir estuvimos viendo las noticias. Nos estuvimos descojonando con mis traducciones, porque yo iba recordando palabras de cuando estudié griego en el Instituto. La mitad me lo inventaba y la otra mitad era consciente de lo que decía cuando lo pronunciaba. Muy curioso. Me entró el gusanillo por aprender griego moderno, pero se me quitaron las ganas al acordarme de todos los idiomas que he empezado a estudiar y no he logrado dominar.
Martes, 5 de agosto.
Nos levantamos sobre las 8h. El desayuno nos lo teníamos que tomar en la habitación, menos mal que teníamos terraza. Aunque supongo que todas las habitaciones la tenían, porque si no, vaya cutrerío. El desayuno no incluía yogurt por lo que nos dio mucha penilla. Lo que no sospechábamos es que nos iba a costar catarlo mucho más de lo que pensábamos.
El barco hacia el volcán y las hots Springs lo cogíamos en el puerto antiguo. Para acceder a él hay que bajar 588 escalones, bajar en burro, o bajar en Teleférico. Todavía no hacía mucho calor, así que arremos a patita. Por el camino nos fuimos encontrando varios grupos de guiris montados en mulos y griegos ofreciéndonos bajarnos a lomos de los animalillos.
A las 11 menos diez llegamos al puerto, el barco venía con retraso, así que nos dio tiempo a comprar agua y a echar otro café. Para protegernos del calor íbamos de incógnito con gorra y gafas de sol. Se me ha olvidado decir que desde que volví de Grecia no he vuelta a echarme body milk, porque cada día la operación crema era agotadora: Protector solar del 50 en todo el cuerpo antes de salir del hotel y varias veces al día para no achicharrarnos y después de cada ducha after sun. El día de la excursión yo me achicharré un trocito en la nuca. Se me puso fosforito, mudé la piel y se me volvió a poner moreno en los diez días del viaje.
Nos subimos al barquito velero de “Union Boat” junto con unas 40 personas más. Los pesados de los turcos de la tarde anterior también!
Iba alguna parejita de españoles, pero sobre todo italianos. Me sorprende en ese momento que hay más de una persona que me suena la cara y sólo llevamos dos días en la isla. Es increíble, pero nos seguirá pasando todo el viaje. Hemos hecho una ruta muy trillada.
El barco llega al volcán y la guía nos dice que no nos separemos de ella porque luego vamos a cambiar de barco para ir a las “Hot Springs”. Empezamos la marcha hacia la cima del volcán después de haber pagado los dos euritos de rigor. El camino no se hace pesado porque la guía va contando cómo se formó el volcán. Aunque es en inglés se entiende bastante bien porque los griegos tienen una pronunciación muy parecida a los españoles.
En la subida veo con horror que hay muchísima gente, sobre todo americanos, con chanclas con la suela finilla y requemados del sol. Hay un par de chicas que me dan mucha pena, tienen sarpullido por todo el cuerpo, y aun así van en bikini y mini short.
Cuando bajamos del volcán hay un barco de madera típico para turistas. En este nos llevan hacia Palea Kameni, para bañarnos en las Hot Springs. Vamos asaditos de calor, así que un refrescón nos va a sentar de lujo. Antes de llegar surgen las dudas de mi novio acerca de dejar las mochilas con las cámaras y todo en el barco. Yo intento convencerle de que no pasa nada, pero no se lo cree del todo. Al final, parece que se queda más tranquilo poniéndole un candado a la mochila. Yo debo ser muy ingenua, pero tampoco me han robado nunca. La verdad es que una de las cosas que me sorprenden de Grecia es lo confiada que es la gente. Yo encantada, porque voy por la vida como si nunca pasara nada, alguna vez me han dicho que cualquier día me dan un susto.
El barco tuvo que parar bastante antes de llegar al islote porque había más barcos esperando y no podía pasar. Yo no soy una sirena que digamos, así que no me hizo mucha gracia tener que nadar tanto, no soy muy buena calculando, pero creo que habría una distancia de 200 metros. Encima iba con sandalias de goma por si había piedras y me costaba horrores avanzar. Para colmo, íbamos con la hora pegada al culo y sólo nos daba tiempo a darnos un chapuzón. A pesar de todo, disfruté mucho de la experiencia.
Cuando llegamos al puerto viejo (es impresionante la vista) nos fuimos corriendo a coger el teleférico. Cualquiera se subía andando con la calina que hacía!
Fuimos deprisa a comprar los tickets y nos dio tiempo a coger el de las 2 y pico. Creo que era cada 20 minutos. El coste es de 4 euros cada uno.
Nuestra intención era comer algo rápido para coger el autobús hacia la playa roja que salía a las 3 y media. Nos fuimos al Lucky Souvlaky y nos tomamos 2 falafel pita, 2 souvlakis de pollo y 2 Mythos de medio litro: 12 euros.
Nos fuimos tranquilamente para la estación. En esas, que veo que sale un autobús como los que van a Akrotiri, y le digo a mi novio si no habrán cambiado los horarios. Eran las tres y cuarto. Efectivamente, era nuestro bus. Habían cambiado los horarios esa misma mañana. Joder, ¿y ahora qué?
Decidimos irnos a Kamari, aunque ya sabía que no tenía nada de especial, al menos podríamos pasar el resto de la tarde sin prisas. El autobús nos cuesta 1,40 a cada uno. La playa es de arena negra, pero como está limpita y tranquila nos parece que se está muy a gustito. La verdad es que para eso somos muy poco delicados, jaja.
Nos volvimos a Fira antes del atardecer. De camino a los apartamentos compramos bebida y chocolate para pegarnos un homenaje viendo la puesta de sol. También preguntamos por el alquiler de un quad: sobre 20/25 euros por día. Mi novio tiene todos los carnets, de moto, el B1, de camiones, de autobuses… pero no se decidía a coger un quad en Grecia. Así que finalmente me quedé con la ganas. La próxima creo que cae, porque nos hemos arrepentido mucho.
La puesta de sol, espectacular, no tiene nada que envidiar a la de Oia. Al día siguiente yo quería ir a verla recorriendo el camino desde Firostefani hasta Imerovigli.
Nos hacemos un millón de fotos, hace muchísimo viento. No nos atrevemos a meternos en el jacuzzi que hay en la terraza. Viene una parejita de italianos y dando alaridos por el frío se meten en el agua, jajajja. Me parto de la risa, qué pena que haga tanto aire porque yo no me voy sin probarlo.
Nos damos una duchita, nos embadurnamos de crema, descubro mi super quemadura en el cogote y nos piramos a cenar. En Firostefani, al lado de la iglesia, hay un restaurante que me quedé con ganas de probar la vez anterior que estuve en Santorini. Se llama Aktaion. Tiene una terraza muy grande, que realmente ocupa parte del paseo y de la calle. Hay cola para tener mesa, así que nos apuntamos y a esperar. Decidimos quedarnos porque me daba la sensación que iba a ser un poco más barato que en Fira…
Cuando nos llega el turno nos dan una mesa en una esquina de la terraza con toldo, yo mirando la pared. No me importa mucho normalmente, pero en Santorini, como que me fastidia un poco.
Aún así, estoy muy emocionada y no voy a permitir que nada me chafe el momento. Me reboté un poco con el tema de la habitación, lo demás voy a dejar que fluya, no puedo ser tan controladora y esperar que todo salga a la perfección.
Nos pedimos una jarra de vino blanco de la casa, una ensalada Santorini para compartir, mi novio un plato de pez espada a la plancha, verduras y tzakiki. Para mí un plato de cordero con queso y hojas de parra, con patata cocida y arroz. Todo por 32,80 euros.
A mí no me entusiasmó demasiado, de hecho no lo recomiendo. Será porque iba con demasiadas expectativas.
Nos bajamos a Fira a tomarnos un helado y a ver otra vez los horarios de los autobuses para ir al día siguiente a la playa roja.
Miércoles, 6 de agosto
Nos levantamos tempranito para coger el autobús de las 10 y poder ir temprano a la playa roja. Desgraciadamente, en Santorini tienen la costumbre de salir un par de minutos antes, y perdimos el autobús. El siguiente no es hasta las 11 y cuarto. No sabemos qué hacer. Finalmente hacemos tiempo tomándonos un café y nos vamos a la playa roja. El billete de autobús nos cuesta 1,70 euros a cada uno.
He de comentar las formas tan distintas que nos hemos encontrado para coger autobuses. En la isla de Santorini no se venden billetes en taquilla ni en tienda. Se compra directamente en el autobús, pero no al conductor. Hay un chaval que va pasando asiento por asiento. Curioso, sobre todo porque casi todos van atestados.
El autobús me parece una forma cómoda de viajar porque no tienes que estar conduciendo, que para eso estamos de vacaciones, no tienes que estar pendiente de tomar más o menos vino en la comida por ejemplo, pero es un coñazo si quieres ver muchas cosas. Yo soy bastante agonías y quiero aprovechar cada minuto del viaje, así que he tenido que cambiar el chip y convencerme de que este viaje era de relax. Aún así, creo que hemos visto muchas cosas, hemos disfrutado de cada lugar a pesar del poco tiempo que hemos tenido en alguna isla. En la playa roja, cogimos unas hamacas a 8 euros las dos y compramos fruta a un señor que iba vendiéndola por la playa. En lugar de “pipas, chicles y caramelos” él decía “frœta, uva, pepóni, carpusi, platano”.
A las cinco menos diez pasaba un autobús hacia Fira, así que obre las 4 y media nos fuimos para la parada, no sea que se adelantara. Nos tomamos algo en la terraza del bar que hay al lado y puntualmente llegó el bus. Hay que tener mucho cuidado con los horarios en Santorini porque la mayoría de los autobuses que cogimos salían cinco minutos antes de la hora prevista.
En la playa roja no había nada para comer, sólo el señor de la fruta, así que cuando llegamos a Fira nos fuimos como locos hacia el “Lucky Souvlaki” a tomarnos unas cervecitas bien frías y un gyro. Sólo 6 euritos y qué contentos.
Como todavía había sol nos subimos a la terraza a probar el jacuzzi. Es una mini piscina con el agua fría pero con burbujas que salen cuando le das a un botón. Nada del otro mundo, para mí no es un aliciente para volver a esos apartamentos, aunque reconozco que la terraza es una pasada porque está en el punto más alto de Firostefani. Cuando bajamos a la habitación, llamé a la dueña del hostal donde íbamos a quedarnos en Naxos para confirmarle nuestra llegada. Nos entendimos como pudimos porque ella apenas habla inglés. Me pareció muy simpática al igual que su hijo que se ofreció a recogernos en el puerto.
Antes de marcharnos a ver la puesta de sol por Imerovigli le dije a la dueña a la hora que nos íbamos al día siguiente a Naxos y que si era posible tener el desayuno a esa hora. A todo que sí y muy amable. Esta señora fue siendo más simpática a medida que pasaron los días.
Casi no pillamos sol porque salimos bastante tarde, así que las fotos me han salido muy oscuras. Otra cosa pendiente para el próximo viaje: empezar el recorrido Firostefani – Imerovigli un par de horas antes de que anochezca.
Nos bajamos desde Imerovigli hacia Firostefani buscando algún sitio para cenar, pero todos los restaurantes son bastante caros, debido supongo a que todos dan a la caldera.
Eran las 9 y media cuando estábamos entrando en Fira, así que nos decidimos a probar suerte en la Taberna Nikolas. Ya la teníamos localizada porque la habíamos visto el día anterior, es muy fácil de encontrar, está en la calle principal: Erithrou Stavrou.
Había cola, pero sólo de cuatro personas, así que nos quedamos esperando. Llegó una chica española que preguntó con mucho despotismo al dueño si iba a tener que esperar mucho. Yo flipé en colores, me pareció muy fuerte que la tía se dirigiera directamente en español al señor. Además en un tono bastante impertinente.
Nos acoplaron en una mesita al lado de la cocina, junto a una pareja de italianos. Con el chico nos reímos mucho porque cada vez que yo intentaba hacer una foto se ponía en media a hacer el tonto, así que cuando él le hacía fotos a su novia me metía yo.
La cena estuvo muy bien. Pedimos: Vino de la casa, ensalada griega, dolmanes, berenjena con tomate y moussaka. Todo por 29 euros. Le añadimos un dulce típico de Grecia, que se llama Baklava y nos clavaron 5 euros más.
Al salir le dimos las gracias efusivamente a Nikolas, sobre todo yo, pero curiosamente casi ni me miró. Sin embargo, a mi novio le dio un apretón de manos ¿?
Nos fuimos de paseo, nos compramos un Beefeater Ice y nos lo tomamos tranquilamente en la caldera antes de irnos a dormir.
Me quedé con ganas de entrar al Club 33 y pegarme un baile con los autóctonos. Es un bar de copas donde ponen música griega, la gente baila sirtaki y lo flipas con las chicas por como mueven las caderas, vamos que Shakira se queda en mantillas. Pasamos al lado del Two Brothers y también me dieron ganas de entrar a tomarme una Mythos a 3 euros, pero mi novio no estaba por la labor, así que a la caldera y a dormir que al día siguiente tocaba madrugón para coger el barco a Naxos.
Jueves, 7 de agosto.
A las 8 y media ya estábamos bajando con el minibús de los apartamentos hacia el puerto. Llegamos a buena hora y embarcamos a tiempo. El viaje dura en teoría 3 horas. Teníamos billetes en asientos pullman, nos había costado 14 euros con Anek Lines. La sala Pullman estaba medio vacía, nosotros nos acomodamos en un buen sitio, pero pasamos la mayoría del tiempo jugando al parchís y a las cartas en la cafetería de la sala porque había unos niños chinos que no paraban de molestar a la gente.
Yo tomé Biodramina por primera vez, no me entró mucho sueño, la verdad, pero sí que me noté que estaba un poco agilipollada. Supongo que los cafés que me tomé ayudaron a que no me durmiera.
Llegamos con una hora de retraso, a las 13h. Teníamos que avisar a Andrea, el hijo de Anna María, la dueña del hostal, cuando salieramos del puerto, pero nos resultó muy complicado. No por nada, sino por la cantidad de gente que había ofreciendo alojamiento y preguntándonos a dónde íbamos. Allí todo el mundo se conoce y cuando le dijimos que íbamos a Pansion Anna María le gritaron a un señor con una furgoneta, este señor llamó al hostal y resultó ser el hermano de Anna María. Total, que al final nos ahorramos la llamada y nos dijo que Andrea nos recogía en la esquina del Café Bikini.
Allá que nos fuimos, enseguida vimos el Fiat Punto y un muchachito que más bien parecía italiano nos llevaba al hostal. Naxos es una ciudad con mucho encanto, todo está muy cerca y este alojamiento está genial ubicado. Llegamos en un momento.
Nos recibió Anna María. Es una señora de cuarenta y tantos, con un aspecto también muy italiano, como sacada de una película de Vittorio De Sica.
Estaba limpiando una habitación, así que le indicó a su hijo que nos acomodara. La habitación no nos gustó mucho, porque estaba justamente en la entrada y por la única ventana nos podía ver todo el mundo. Aún así, todo estaba muy limpito y ordenado y no nos importó demasiado. Además era muy barato: 65 euros la noche con desayuno y transfer incluido.
Nos fuimos hacia el salón, buscando la recepción. En realidad, la recepción es la cocina desde donde se sirven los desayunos. En seguida Anna María nos preguntó si queríamos beber algo. Yo me quedé cortada porque no sabía si era por la cara. Mi novio dijo una cerveza, pues venga, yo otra. Nos dijo que nos sentáramos y allá que nos pusimos en la terraza. Fui al baño y al volver me encontré con que nos había traido una botella de litro de agua, 2 cervezas Mythos de medio litro, y una bandeja con patatas fritas, una especie de mortadela, queso, tomate picado, un bol con pera troceada, un huevo cocido y un trozo de tarta de queso. ¿Cómo te quedas? Muertaaaaaa.
No podíamos con todo, yo estaba super cortada, no entendía este recibimiento tan espectacular, vamos no daba crédito. La señora extra simpática y amable, un pasón. Nos dijo que después de esto nos teníamos que ir a echar la siesta. Y yo pensando, “no le des ideas que nos tenemos que ir a la playa”, jajajaja.
Nos cambiamos y nos fuimos directamente a la estación de autobuses, que está junto al puerto. Nos montamos en un autobús que iba para Plaka beach. Nos bajamos en la playa de Agios Prokopios, tardamos unos 20 minutos y nos costó 1,40 euros. Es una playa muy bonita y limpia, pero me esperaba algo más espectacular.
Estuvimos hasta las 18h. Nos volvimos a Chora (así es como se le llama a algunas capitales de las islas) para ver la puesta de sol desde El Café del Mar. Muy bonito, pero nos cobraron 8 euros por 2 cervezas. Es lo que tiene ser tan borrachuzos.
Luego nos fuimos bajando la calle Akti Protopapadaki hasta que encontramos la agencia donde nos dieron los tickets del ferry hacia Mykonos.
En la agencia tuvimos una escena curiosa. No me querían dar los tickets porque no llevaba el DNI. Les dije que era la primera vez que me lo pedían, pero que lo entendía, así que les dije que no me importaba volver al día siguiente. Me dijeron que me esperara, que me los iban a dar ¿? Total, que el chaval que me atendía cuando vio que era española empezó a cantar el Chiqui Chiqui y yo me descojonaba mientras le respondía con la canción de Eurovision griega, la de Kalomira (Secret Combination). Me miró alucinado, y no es para menos, jajaja.
Continuará...

2 comentarios:

Supersoto dijo...

Floaaaaaaaaaaaaaaaaa! Que pareces Sardá en el Duty Free! Como sigas así les jodes el negocio a las editoriales con las guias!

Besotes guapa!

keza dijo...

Tía, no había visto tu comentario, jaja. Pues tengo que terminar el relato, colgar más fotos... por si no voy más a Grecia tenerlo recopilado al detalle y rememorar ese peassso de viaje. En fin, también me gustaría colgar París y Londres, pero va a ser que la Constitución y la Ley 30/92 van a ganar la partida. Te veo el jueves guapa, besos